martes, 20 de diciembre de 2011

Primera escapada al norte

Lo mejor de una escapada romántica es eso, que es romántica…sobretodo si es con alguien que acabas de conocer, habéis conectado y hace 900 KM en un día para verte.

Cuando J. me propuso una escapada a su tierra, una tierra del norte, más bien de clima “fresquito” me apeteció muchísimo, cambiar un poco la loca Barcelona o mi deprimente pueblo por un destino nuevo, donde para mí todo sería nuevo y lo más importante, fresco.

Me dejé llevar y allí que me fui. Me aconsejaron que llevara ropa de abrigo, que me dejara de presumir, que mejor abrigarse y no pasar frío. Así que cogí los 2 o 3 jerseys que abrigan y los metí en una maleta a reventar (por si llueve, por si nieva, por si sale el sol, por si me secuestran, por si tengo una cena importante, por si, por si…). Lo más gracioso de todo era que todo era una sorpresa para mí, no sabía dónde iba ni de dónde venía. Me levantaba por la mañana intentando adaptar mis outfits al contexto donde me encontraba o fijarme en el de él, pero ni así conseguía acertar.

El segundo día fuimos a Olite, un pueblo encantadoramente medieval, poco transcurrido y con un castillo enorme y ostentoso. Llegamos al hotel, nos dieron la llave y con la emoción olvidamos que número de habitación era donde debíamos ir, así que estuvimos maleta en mano un par de veces subiendo y bajando hasta que nos llegó la sangre a la cabeza y abrimos la habitación correcta. Esa noche salimos, quedamos con una pareja amiga y lo que iba a ser una cerveza fueron 4 o 5, la caballerosidad de J. llega al límite de que aún no habiendo acabado una copa de cerveza, te trae una nueva…lo que a mí, personalmente, me afecta…en la conciencia de la realidad, claro.
Al llegar al hotel todo fue distorsión…me desperté como si me hubieran dado con el candado del castillo en la cabeza, me fui al baño y ví que mi neceser no estaba…lo busqué por la enorme habitación, perdiendo por momentos todo el glamour que había podido sumar ese par de días…Entonces recordé las vueltas inútiles que dimos antes de encontrar la habitación y pensé que me lo habría dejado fuera, en algún pasillo del hotel…Eran las 10 de la mañana y recé para no encontrarme con nadie… J. con su optimismo habitual me dijo que saliera con mi “pijama”, tal cual, a buscarlo: “qué más da, no va a haber nadie ahora”…en un acto de sensatez, poco común en mi persona, me puse el albornoz por encima y salí. Dejé la puerta medio abierta y caminé por la moqueta del pasillo mirando desesperadamente todo el espacio, en busca de mi neceser, no estaba, retrocedí un par de pasos para meterme en la habitación antes de que alguien me viera y pensara que Amy Winehouse había vuelto a la vida en un pueblo de Navarra. Al girarme ví como la puerta se cerraba en mi cara, era de esas modernas de madera, que pesan mucho y se cierran solas…quise morirme, después de años (desde que mis padres me llevaron al Disney) estaba en un hotel decente y estaba con pintas de ramera en el pasillo…llamé a la puerta pero oí el agua de la ducha…esperé en la esquina como si eso me hiciera invisible y recé para que J. me echara de menos, y así fue, abrió la puerta con un divertido: “¿Pero que haces ahí fuera?”, le abracé como si me hubiera salvado del naufragio del Titanic y entré…El neceser estaba en recepción, una vez recuperado, decidí contar las cervezas que me iba a beber de ahora en adelante en el viaje.

M.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Los sms ya no están de moda

Cuando se convirtieron los sms en un medio de comunicación de la prehistoria? En qué momento de los últimos tres años me he quedado dormida y me he perdido esa transición? Tan rápido ha sido? El otro día me puse a reflexionar sobre este hecho con M. Últimamente nos han pasado algunas cosas que requieren una mención en Saint-Torpez.

Hoy en día salimos de fiesta y bueno, lo típico que conoces a alguien, y ese alguien te pide un contacto. Hemos pasado de pedir el número de teléfono para enviar sms, el email para el Messenger, a pedir el nombre para Facebook, y ahora volvemos a pedir el número de teléfono, pero esta vez para utilizar los sistemas de mensajería instantánea como el tan adorado Whatsapp.

Y ahora aquel que te envía un sms es un bicho raro, e incluso se considera un bicho raro. La última frase que he oído es “oye, espero que no te moleste que no esté en Facebook ni nada de eso, yo envío sms”. ¿Qué no me moleste? Hoy en día me molesta más que me pidan el número de teléfono y luego ni siquiera lo usen. Porque señores lectores -y lectoras también- de este blog, si no lo van a usar, directamente ahórrense la saliva y el tecleo en el móvil.

Sms vs. Whatsapp

Yo me escribo mensajes con mi madre, que es muy vintage ella. Como ahora parece que al no estar de moda, todas las compañías telefónicas los regalan, y mi madre no tiene (ni tendrá) whatsapp, utilizo mis 350 mensajes con ella y mis amigas del pueblo (que aun, muy a su pesar, no tienen mensajería instantánea ni tuenti en el móvil).
Con mi madre me escribo chorradas como “Terelu campos próxima portada de interviú, ve preparando la palangana”. A lo que ella me responde “con fotoxop hasta yo puedo”.

Os imagináis la poca gracia que tendría esa pequeña conversación entre mi madre y yo si fuese con Whatsapp? Los sms tienen la magia de que debes incluir todo lo posible en un mensaje corto, cortísimo, y además siempre cabe la duda de que el otro no lo haya recibido. Quién no ha utilizado la excusa esa de: te envié un sms, ¿no lo viste?

En cambio con la mensajería instantánea se acabó. El famoso “saberse ignorado” es una mierda. O todo lo contrario, según se mire. Si no te contestan, básicamente están pasando de tu cara. Aunque hay excepciones, como estar en el trabajo (y estar ocupado/a) o tener un breakdown emocional –en cuyo caso también se considera que están pasando de tu cara, aunque por otros motivos-.

El único motivo por el que defiendo claramente el whatsapp es por las imágenes. No está nada mal eso de poder explicar con una imagen dónde estás y lo que estás haciendo. Aunque puede llevarse al extremo. Por extremo me refiero a aquellos que se envían fotos desde el trono del señor Roca, en pelotilla picada, recién levantados, etc. Estas fotos quizá no hacen falta. Que hay mucho cabrón suelto.

Por cortesía de Cuanto Cabrón


Pelearse a través de las redes sociales es algo que también se ha vuelto común. En vez de coger el teléfono y solucionarlo, o quedar para hablar, desde que llegaron los sms a nuestras vidas, toca discutir por teléfono. Ahí no defiendo ni a sms ni a whatsapp (aunque en whatsapp es gratis, pero sigue siendo igual de inútil).

Y lo opuesto de pelearse, flirtear, ligar y ser romántico, pierde toda la gracia por sms, pero aun más por whatsapp. Ya no tenemos problemas para ver quién cuelga el último porque luego llega un whatsapp que da continuidad a la conversación. Ya no nos escribimos cartas románticas porque para qué dejarnos la mano…si con 100 whatsapps lo puedes decir todo y dejarte los pulgares en el intento. ¿para qué quedar para cenar mirándoos a los ojos, si podeis cenar cada uno en vuestra casa, lo que os apetezca, viendo lo que queráis en la tele, y a la vez whatsappear?

Citas vs. Whatsapp

Hablando de quedar para cenar, merendar, tomar algo, desayunar, cualquier acción que implique que dos personas en el mismo lugar interactúen. En ese caso, el whatsapp DEBE estar desconectado. No hay cosa que me saque más de quicio, o me de la impresión de estar siendo ignorada, que estar con alguien que corte la conversación conmigo porque ha recibido un whatsapp.
Señores/as, aprovechad cuando el otro haya ido al baño, aprovechad cuando el galán con el que estéis vaya a pagar la cuenta sin que os deis cuenta, incluso podeis aprovechar cuando se ate los cordones de los zapatos. Pero NUNCA NUNCA interrumpáis una conversación por un mensajito instantáneo.


Por cortesía de Cuanto Cabrón


Seguramente podría hablar de los mil y un aspectos de las redes sociales, teniendo en cuenta que apenas he mencionado Facebook, Tuenti, Twitter, y compañía. Pero por hoy ahí lo dejo, con el siguiente monólogo by Quequé sobre el las redes sociales.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Amigos


Amigos, qué gran palabra. Cuanto la utilizamos y que profundo es su significado.
¿Quién define las líneas generales de la amistad? Supongo que uno mismo, al igual que pasa con las relaciones de pareja, la familia, etc.

¿Por qué es tan especial, entonces, la amistad? Un amigo es el que está incondicionalmente a tu lado, no por motivos de sangre, no por motivos de amor o sexo, no por ningún motivo que otro que el de la gratitud, generosidad y todo lo que compartís y lo que no, lo que os hace diferente y que hace que eso mismo sea tan especial.

Hay épocas en las que nos concentramos más en el trabajo, en los estudios, en una pareja…a pesar de eso, nuestro amigo siempre permanece en la luz o en la sombra, esperando el momento en el que lo necesites. No te recrimina, ni te pide explicaciones, solo te acompaña, sea cual sea el momento y la situación.

Creo que la grandeza de la amistad reside en la peculiaridad que un amigo es incondicional y atemporal, con todo lo que estos dos términos incluye…Me hace gracia puntualizar una de las frases que repetimos con mis amigos: “una madrugada yo te ayudo a esconder un cadáver, al día siguiente ya veremos lo que haríamos, pero si tu me llamas, ahí estoy”. No importa lo que sea, lo que haga, como piense y como actúe porque es tu AMIGO.

Compartir secretos, experiencias y risas son motivos suficientes para mantener vivo ese sentimiento y olvidar rencores o errores del pasado. Porque si algo he aprendido es que intentar castigar a alguien solo sirve para destruirse a uno mismo. La amistad es la relación interpersonal más gratificante que existe, a su vez es la que mayores decepciones conlleva, a parte del amor. Aún así, acceder a recuperar o perdonar una amistad puede reforzar ese vínculo sin limites…y que bien sienta. Seguiré esperando.




M.