martes, 30 de agosto de 2011

Torpezas de sábado noche


Ya es martes. Supongo que he esperado tanto a escribir esto porque tenía que ver si conseguía recordar todos los detalles de la noche del sábado. Viendo que no me vienen más a la cabeza, no me gustaría que mi demencia juvenil se llevara los pocos recuerdos que tengo así que ya es hora de dejar constancia.

Nos gustan (o nos gustaban) las cenas que acaban con licores interculturales. Suelen ser cenas en las que los postres van acompañados de confesiones sexuales –no es que haya mucho más que confesar ya a estas alturas- pero como teníamos una invitada exclusiva (M), teníamos que hacer gala de nuestras mentes liberadas y nuestra facilidad para hablar del tema.

El sábado noche cenábamos en una de esas casas del barrio de los Viñedos con un jardín más grande que la casa en sí, con un porche como el de las películas donde los mosquitos hacen de tus piernas el manjar principal de su cena. Nos sentíamos princesas, con todo su glamour.

Cenamos,  reímos, confesamos, y el licor lituano hizo el resto. En cuestión de media hora nos habíamos bebido una botella de un brandy que mi amiga K.B. trajo de Lituania en su visita a Barcelona el pasado julio. Y en cuestión de segundos pasamos de la música chill-out más relajada al raggaeton de Juan Magán, no sin olvidarnos también del siempre acertado Juan Luís Guerra y el no menos exitoso Pitbull. La salsa, los movimientos de cadera y los bailes sensuales se apoderaron de nosotros mientras esperábamos a que el abstemio de la noche viniese con el coche para llevarnos a Sitges.

Una vez en la ciudad del pecado nos dispusimos a hacerle honor al nombre, y pecar. Unos cuantos cosmopolitans más…bueno, seamos sinceros, eran cubatas normales y corrientes, y unas cuantas confesiones más, la fiesta sitgetana nos daba la bienvenida.

Nos despistamos del grupo para ir a pedir pases gratis, bebernos unas cervezas que al menos yo no pagué, echarnos unas risas y hacernos unas cuantas fotos.

Ya en la discoteca nos vimos bailando solas, o había muy poca gente. De pronto había mucha.

-               --laguna mental-

Me reencontré con M. y supongo que hablábamos de algo cuando M. desapareció. Al girarme ya no estaba. Solo había una cortina. Y M. detrás. Sentada en el suelo. Con su culo dolorido y un tacón roto.

Salimos de allí, cansadas, el rimmel corrido, el glamour por los suelos. Empezamos la noche on fire y la acabamos on the floor.

Y para rematar, A. tuvo la fantástica idea de coger a M. en brazos. 5 segundos más tarde aterrizaban en el suelo, rascándose las rodillas, los codos, y esas zonas donde cualquier herida duele el doble.

Amanecimos en mi casa, a carcajada limpia. Supongo que el licor de Lituania aun conservaba sus efectos pasadas las doce del mediodía. 



C.

jueves, 25 de agosto de 2011

Animales de 4 patas


Hacía meses, muchos meses que me rondaba por la cabeza la idea de empezar un blog. Lo que tenía muy claro era el nombre que le iba a poner, ya que últimamente podría hacer una secuela de Bridget Jones, yo sola, sin personajes secundarios y con muy pocos escenarios. Todo muy así como yo, muy barato.

A todo esto iba dándole vueltas mientras salía de mi “trabajo” paseando por Diagonal. Por si el bochorno de las 15 horas no fuera suficiente, el carril bici se desplazaba más a la derecha, más a la izquierda para cada uno de los que van en bicing, pitándote y mirándote con cara de superioridad por viajar con un transporte sostenible, sostenible para la capa de ozono, pero no para los viandantes de las calles que tenemos que temer por nuestras vidas e ir mirando para atrás cada 3 pasos para no morir aplastados por el plástico de las bicis.

Como iba diciendo…mientras me dirigía a la parada de bus por uno de los laterales- porque no, yo no uso bici, Madre Tierra, voy a ir al infierno- ví un bulto en el suelo, envuelto, nuevo. Me paré con la esperanza que fuera un fajo de billetes, pero no, era una libretita infantil. En mi cabeza recreaba lo que podría haber sido el martirio de algún padre en la tienda, comprando la libretita antes de que le explotara la cabeza por la insistencia de algún niño. La miré, tenía un elefante estilo Babar con la trompa levantada y me dije: Marta, tienes que montar lo del blog. Es una señal.

Así, tan feliciana, con las ideas claras y con la esperanza de que aquello era una señal del destino me subí al bus, contándole a mi amiga immediatamente por whatsapp mi gran hallazgo y aceptando la idea de escribir el blog. Una vez en mi bus contaminante y abarrotado de gente, me iba haciendo paso entre la gente para llegar a no sé donde y encontrar equilibrio hasta llegar a mi parada (de las últimas, claro). Conseguí apoyarme levemente, con cuidado de no intimidar el espacio vital de nadie, pero el aire de una ventana lanzó volando mi T-10 a la mitad del bus, en el círculo metálico donde gira el eje del vehículo…al agacharme para recogerla (vale 8 euros y pico!!!) el bus frenó y me caí de 4 patas en medio del bus, en esa parte donde gira dando una imagen poco adecuada para aquellos que se dirigían hacía su esperada hora de comer. Allí me quedé, con una falda, a 4 patas y girando como un souvenir de los chinos.
Me levanté riendo, con cara de: ¡Ay, que descuido! Cuando por dentro estaba pensando: lñaksdjioáDHOIAshfdilaSHDFlkajsdfhñAJKLSDH.

Pensé que podría haber sido peor, me podrían haber pisado la mano, podría no haber llevado ropa interior o podrían haberme hecho una foto y subirla al Facebook. Las dos últimas juntas.

No estamos tan mal.


M.

Welcome


Hay días en los que una simplemente no debería pisar una peluquería. Todo sería más sencillo si viviésemos en Alaska, en invierno, donde es de noche todo el rato y da la impresión que no hay que levantarse de la cama. Hoy es uno de esos días de no levantarse. De no tocar nada, y menos tu pelo.
El día parecía ir bien hasta que he intentado combatir el calor bajando a la piscina. Mi hermano nos ofrecía, a nosotros y a todo el vecindario, su concierto diario de guns n’ roses o algo por el estilo, y yo salía por la puerta para encontrarme con la vecina.


- hola, Pilar, qué tal? Vamos de concierto con mi hermano no? [Ironía mode on.]


No le ha dado tiempo a responder a la pobre. Mi iphone nuevo (traído por encargo el pasado martes, es decir, antesdeayer), blanco impoluto, sin un rasguño, tan funcional y a la vez tan fabuloso, se escapaba de mis manos. En una centésima de segundo que ha parecido una eternidad, he intentado frenarlo con el pie. Craso error. En otros 3 segundos que han parecido una vida entera, se colaba por la rendija de la barandilla y caía a la planta baja. Tres metros de caída libre.

Por supuesto, ha aterrizado boca abajo.

En mi desesperación, he gritado, he dejado a Pilar con la palabra en la boca y he bajado las escaleras de cinco en cinco para encontrarme con él. Había sobrevivido al golpe. Pero no se encendía. He subido los escalones de cinco en cinco, diciendo adiós a Pilar ni siquiera sin mirarla y he entrado a mi casa pegando gritos.

Buscando el cargador en mi escritorio, estas manos que hoy no deberían haber salido a la calle, han empujado la taza de té que se enfriaba encima de mi mesa, vertiendo el líquido sobre la mesa donde, por cierto, se encontraba mi MacBook de dos meses de vida. Bravo.

El Mac, el Iphone y mi corazón han sobrevivido. Pero no mi pelo. A las 16:30 tenía hora para cortarme esas puntas rebeldes de fin de verano. Error. He dejado que además me cortasen el flequillo. Demasiado corto, debo añadir.

Y como Murphy es un cabrón, mañana tengo una cita. Y yo con estos pelos!

Welcome to Saint Torpez, Welcome. 


C.